La economía de
guerra
Los
acontecimientos de la Guerra Civil se produjeron hace ya
sesenta años. Sin embargo, nunca es ocioso el echar la
vista atrás. Cuando va a comenzar La República, Platón
pone en boca de Sócrates, en conversación con Céfalo,
algo que justifica plenamente las indagaciones
históricas: «Ciertamente, Céfalo, me complace mucho
conversar con personas de edad avanzada, pues me parece
necesario que sean ellas quienes nos hablen de un camino
ya recorrido y que, posiblemente, también tengamos que
recorrer. Conviene que me digas cuál es este camino, si
es penoso y difícil, o fácil y accesible». Asimismo,
si quien lo recorrió lo hizo entre equivocaciones o con
aciertos.
Dos cuestiones previas. La primera que la Guerra Civil
tiene un preámbulo -un golpe de Estado larguísimo, que
dura del 18 de julio de 1936 a comienzos de noviembre de
ese año-, y debido a ello, como sucede siempre en esos
planteamientos, la cuestión se centró en apoderarse de
la capital de la nación. La auténtica guerra civil se
inicia, pues, en España en noviembre de 1936. La
segunda, que la economía española tardaría mucho en
reponerse del choque de la guerra civil. El motivo
esencial es el largo periodo de economía de guerra que,
apoyado en la 11 Guerra Mundial, transcurre de 1939 a
1947. La ruptura de los lazos del comercio internacional
significó para España golpe tan duro como el que
originó la propia contienda en su territorio. Acaban de
publicarse los datos macroeconómicos fundamentales del
periodo según la estimación de Julio Alcaide
Inchausti1. En pesetas constantes en el cuadro 1 se
observa la evolución en el periodo 1935-1947 de tres
magnitudes macroeconómicas.
Años |
PIB a
precios de mercado |
PIB a
precios de mercado por habitante |
Indice de
precios implícitos |
1935 |
100'00 |
100'00 |
100'00 |
1936 |
88'84 |
89'01 |
107'04 |
1937 |
84'29 |
84'02 |
114'15 |
1938 |
81'78 |
80'88 |
138'77 |
1939 |
79'44 |
77'90 |
168'35 |
1940 |
79'08 |
76'53 |
204'11 |
1941 |
81'98 |
78'86 |
241'61 |
1942 |
83'37 |
79'67 |
276'58 |
1943 |
88'39 |
81'84 |
290'98 |
1944 |
89'97 |
84'41 |
324'68 |
1945 |
89'15 |
82'85 |
342'72 |
1946 |
88'35 |
81'34 |
430'06 |
Cuadro 1
No conviene, científicamente, derivar de ahí que el
esfuerzo bélico y el de reconstrucción estuvieron
equivocados. En el cuadro 2 se incluyen las evoluciones,
desde 1939 a 1948, del PIB por habitante de diversos
países importantes, europeos occidentales y Japón
protagonistas de la II Guerra Mundial, y a pesar de que
en 1948 ya se desarrolla para muchos de ellos la Ayuda
Marshall y de que no tienen ningún bloqueo respecto al
tráfico, se observan caídas importantes, e incluso muy
persistentes en su bienestar material2.
PIB por habitante
Años |
Austria
(1) |
Bélgica
(2) |
Francia
(3) |
Alemania
(4) |
Italia
(5) |
Holanda
(6) |
Noruega |
Reino
Unido |
Japón
(7) |
1939 |
100,00 |
100,00 |
100,00 |
100,00 |
100,00 |
100,00 |
100,00 |
100,00 |
100,00 |
1940
|
96,65
|
88,59
|
84,33
|
99,93
|
99,56
|
87,15 |
90,51
|
109,48
|
102,07 |
1941
|
102,96
|
84,64
|
69,04 |
105,64
|
97,47 |
81,73
|
92,16
|
119,47
|
102,03 |
1942
|
97,24
|
77,62
|
62,19
|
106,18
|
95,67
|
74,08
|
88,02
|
121,24
|
100,07 |
1943
|
99,25
|
75,87
|
59,67
|
108,96
|
86,32
|
71,81
|
85,61
|
123,67
|
100,18 |
1944
|
101,38
|
79,86 |
48,3
|
122,61
|
69,95
|
47,79
|
80,40
|
118,26
|
94,43 |
1945
|
42,11
|
88,83
|
53,69
|
77,96
|
54,59 |
48,46
|
89,22
|
112,68
|
47,80 |
1946
|
47,76
|
94,64
|
80,43
|
45,11
|
71,08
|
80,38
|
97,61
|
107,71
|
51,27 |
1947
|
52,90 |
92,23 |
86,33
|
49,74 |
82,93
|
91,05
|
107,50
|
105,47
|
54,71 |
Cuadro 2
(1) Hasta 1953 Austria no recupera el nivel de 1939.
(2) Hasta 1950 Bélgica no recupera el nivel de 1939.
(3) Hasta 1949 Francia no recupera el nivel de 1939.
(4) Hasta 1954 Alemania no recupera el nivel de 1939.
(5) Hasta 1951 Italia no recupera el nivel de 1939.
(6) Hasta 1949 Holanda no recupera el nivel de 1939.
(7) Hasta 1956 Japón no recupera el nivel de 1939.
A poco que contemplemos con serenidad estas series,
llegaremos a la conclusión de que no hemos sido
diferentes en la recuperación del choque bélico. En
España, según las cifras de Julio Alcaide, esto se va a
producir en relación con el PIB a precios de mercado por
habitante, en 1952. Es evidente cómo en PIB por
habitante, no se alcanzan siquiera los niveles de la
guerra civil en la etapa histórica que concluye en 1947,
mientras reina en derredor el lobo carnicero de la
inflación, que contribuye y mucho, a frenar la
expansión.
Este destacar que el motivo esencial de este fracaso es
la carencia de lazos con el exterior, también debe
ponerse en contacto con la estrategia vinculada con la
economía de guerra del bando nacional, sobre la que
pesó, con mucha fuerza, la figura de Franco. Las grandes
líneas de las compañías y de las ofensivas, a partir
de finales de septiembre de 1936, a él se deben pero, en
el periodo que precede a su designación como
Generalisimo, desde el mismo 18 de julio, sus puntos de
vista fueron fundamentales para explicar lo que entonces
aconteció.
Hasta esos momentos se consideraba que la economía
española tenía poco que ver con el exterior. Algunos
economistas -Flores de Lemus, Olariaga, Fernández
Baños- tanteaban en torno al error de este punto de
vista, pero muy poco de esto pasaba a la opinión
pública. Esta opinaba con Cambó3 que «en la economía
española los factores exteriores tienen una débil
influencia. Es mucho más importante la del sol y la de
la lluvia». Por eso se opinaba que era al interior a
donde se debía mirar, no al exterior, para cualquier
acción de política económica, fuese bélica o no.
Pero en enero de 1935, Perpiñá Grau publicó un ensayo
en la revista del Instituto de Economía Mundial de la
Universidad de Kiel, «Weltwirtschaftliches Archiv», que
fue editado en castellano en 1936 con el título De
Economia Hispana4. En ella demostraba Perpiñá para
siempre que «el desarrollo de la economia española no
ha sido efecto de las medidas de autarquia, sino a pesar
de las medidas de autarquia. Ha sido efecto de sucesivos
nuevos equilibrios positivos conseguidos por
substanciales demandas del mercado extranjero, que a su
vez han permitido el desarrollo y ampliación del mercado
periférico de la industria española». Por eso agrega
que el resultado habian sido las recientes, entonces,
«capitalizaciones derivadas de las rentas de minas de
hierro en el Norte de España desde fines del siglo
pasado hasta la postguerra inclusive, y las rentas
agrícolas de la exportación del Levante mediterráneo
español, desde después de la postguerra hasta la
actualidad». Por tanto, un economista español, ante la
guerra, sabe desde 1936 que todo aquello que corte los
lazos del enemigo con el exterior y afiance los propios,
le ofrece ventajas importantísimas. Del mismo modo, una
economía exclusivamente agraria, como fue la constituida
en la zona nacional a finales de julio de 1936, tenía
que buscar un complemento industrial, si no quería tener
serios problemas. Igualmente, quien poseyese en su
territorio lo fundamental de la industria, si no lograba
controlar zonas cerealistas y olivareras, pasaría a
experimentar serios problemas alimenticios, con una
inmediata repercusión inflacionista y, de modo derivado,
con una seria repercusión negativa en el esfuerzo
bélico.
Al analizar, desde esta perspectiva, las campañas de la
Guerra Civil, en primer lugar, y por lo que se refiere a
la primera etapa, la Junta de Defensa Nacional, que habia
asumido todos los poderes políticos en el verano de
1936, percibió, desde el inicio que el enlace
internacional le era vital para recibir ciertos
pertrechos sofisticados -sobre todo, aviones- que había
de adquirir en mercados a veces muy alejados. Para eso
tenía que disponer de divisas, ordenar mínimamente la
exportación, solicitar créditos que no resultasen
altamente onerosos al llegar la paz y, al mismo tiempo,
que todo eso no lo consiguiese el enemigo.
La reacción de la España republicana también se
orientó, de forma obligada, hacia la búsqueda de
pertrechos del exterior con la venta de oro en Francia en
los momentos iniciales. Gracias a la lectura del Libro de
Actas del Consejo General del Banco de España
correspondiente a las sesiones que van desde la del 10 de
enero de 1936 a la del 7 de septiembre del mismo, y que
ha estado traspapelado hasta la primavera del año 2000,
vemos que, por el Gobierno Giral se comunicó al Consejo
del Banco ya el 24 de julio de 1936 que era preciso
enviar oro al exterior a cambio de pertrechos.
Inmediatamente, y en remesas sucesivas, cada una de 18
cajas por vía aérea, comenzaron estas salidas de oro.
Por tanto, antes de transcurrir una semana desde el
Alzamiento, se observó la mucha urgencia.
En el bando nacional las cosas fueron diferentes. Por una
parte, el ejército de Queipo de Llano logra dos éxitos
muy rápidos. Por el Oeste ocupa Huelva y, con ello, pasa
a controlar, entre otras, las minas de Riotinto, un
activo inglés importantísimo en todos los sentidos, que
pasó asi a utilizarse para lograr ventajas -lo que se
consiguió- en el Reino Unido. Por el Este ocupa todo el
Campo de Gibraltar, y con una hábil devaluación de la
peseta logra un flujo muy importante de muy necesarias
libras esterlinas por la aduana de La Línea de la
Concepción. Mola, por su parte, tras la conversación
con Franco del 13 de agosto de 1936, comenzó una
ofensiva en la que el impulso de Beorlegui y la acción
de la Armada hicieron posible que, en los primeros días
de septiembre, el norte republicano quedase separado de
Francia tras la ocupación de Irún. Esto se facilitó
porque la Flota republicana, tras la batalla naval de
Alborán no iba a poder salir del Mediterráneo, con lo
que el aislamiento respecto del exterior del norte
republicano fue completo.
Como sabemos, la mayor parte del comercio internacional
de España se efectúa por vía marítima. Para aquel
tiempo sirve perfectamente la estimación de Tamames6 de
que «aproximadamente el 97 por 100 del peso de nuestras
importaciones totales entra por vía portuaria y que el
91por 100 de nuestras exportaciones sale por mar». Por
tanto el bloqueo marítimo de la España republicana
obligó a reforzar el tráfico terrestre por Francia, que
ni de lejos podía sustituir lo que suponía el
transporte marítimo. Por eso tengo entre manos, buscando
en esa monumental obra de Fernando y Salvador Moreno de
Alborán y de Reyna, La guerra silenciosa v silenciada7,
a más de otras aportaciones sobre la cuestión8 una
interpretación, desde la economía, de lo mucho que
supuso la acción de la Armada nacional en la guerra
civil. A partir del comienzo de la misma, su papel
resultó esencial.
Simultáneamente, para el avance rápido hacia Madrid -en
menos de una semana Yagae avanzó 300 kilómetros-, no se
siguió la ruta tradicional jalonada por los nombres
bélicos de Alcolea, Navas de Tolosa y Bailén, sino que
en vez del desfiladero de Despeñaperros se prefirió
ocupar la frontera portuguesa. Mientras Irún caía en
manos de Beorlegui, Yague conquistaba Talavera de la
Reina. Toda la frontera hispanoportuguesa, desde Tuy a
Ayamonte quedaba con firmeza en las manos de las tropas
de la Junta de Defensa. La política absurda de Azaña
respecto a Portugal, pues soñó no se sabe bien qué
extrañas uniones derivadas de sus relaciones con
exiliados lusitanos, había provocado una tensión suma
con Lisboa. Oliveira Salazar, públicamente, había
señalado que si era preciso habría nuevas Aljubarrotas.
El hermanamiento, con espléndidas consecuencias, entre
Carmona y Primo de Rivera, se había venido al suelo y,
ante el Frente Popular español, surgió una clara
beligerancia del Gobierno de Lisboa, que se tradujo en
una importante ayuda al Gobierno de la España nacional.
La frontera hispano lusa se convirtió en un respaldo
importante para Franco.
Al no conseguirse la rápida conquista de Madrid, Franco,
que ya no actuaba a través de la Junta, sino como
Generalísimo, se aprestó a una larga contienda. Como
economista, observo algunas cosas más.
Parece evidente que la primera preocupación de Franco,
al comprender que la guerra iba a ser larga, fue buscar
una zona industrial que completase la estructura
económica del territorio que dominaba. En noviembre de
1936, éste incluía regiones agricolas tan ricas como
gran parte del valle del Guadalquivir, un grandísimo
trozo de Extremadura, todo el cerealista valle del Duero,
Galicia, a más del valle del Ebro en su parte alta y
media, con toda Navarra y las ricas huertas de La Rioja.
Pero, salvo algunas posibilidades de Zaragoza, muy
amenazada además por un enemigo que ya había lanzado
desde Cataluña una importante ofensiva para conquistarla
en los meses de julio y agosto de 1936, detenida con
esfuerzo en Pina-Belchite, demasiado cerca de la ciudad,
nada importante industrial poseía.
Los núcleos esenciales de la España industrial estaban
en dos regiones periféricas y en el centro geográfico y
de comunicaciones, Madrid, ciudad contra la que se había
estrellado Varela y a la que se sometería a un cerco que
iba a durar hasta el final de la contienda. La zona
periférica industrial de Cataluña estaba demasiado
lejos para cualquier operación imaginable. Quedaba la
región industrial cantábrica, desde Guipúzcoa a
Asturias, ambas ya parcialmente conquistadas. Era
evidente hacia dónde se iba a dirigir la ofensiva
inmediata. Si tenía éxito, no sólo iba a acortar
Franco sus líneas, sino que crearía en la España
nacional una estructura agroindustrial muy equilibrada.
A través de los documentos existentes, parece claro que
quien percibió la magnitud del riesgo fue el ministro de
Defensa de la España republicana, Indalecio Prieto.
Desde luego impulsó acción tras acción con el fin de
distraer al ejército nacional de la tarea de liquidar el
Norte republicano. Todo lo demás casi es adjetivo, desde
la conquista de Málaga por Queipo de Llano, hasta las
violentas batallas del Jarama y Guadalajara, que
demostraron al mando nacional las extremas dificultades
de la conquista de la capital, por lo que sirvieron,
simplemente, para mantener las posiciones del cerco de
Madrid.
En Asturias, las columnas gallegas se habían situado,
tras ocupar toda la parte occidental, sobre el Nalón,
con lo que consiguieron liberar a la guarnición de
Oviedo. Se estableció así un difícil pasillo con esta
ciudad por El Escamplero, por el que pudo enviarse a La
Coruña gran parte del equipo industrial relacionado con
la fabricación de armamento que existía en la capital
del Principado. Pero la gran mayoría de la Asturias
industrial -sobre todo, Avilés, Gijón, Langreo y
Mieres-, permanecía con solidez en manos de la
República. Incluso desde ella se lanzó, en febrero de
1937, una fuerte ofensiva para liquidar la punta de lanza
que llegaba a Oviedo. Se contuvo esta presión con muchas
dificultades.
El 31 de marzo de 1937 se inició la liquidación, por el
ejército de Mola, de esta zona Norte republicana. El 20
de octubre de 1937 la Quinta Columna controlaba Gijón y
el 21, las fuerzas combinadas de Aranda y Solchaga
liquidaron los últimos focos de resistencia
republicanos. El control de la minería del carbón, de
la industria siderometalúrgica y buena parte de la
metalmecánica, y de una grandísima porción de la
química y de la cementera de España, habia cambiado de
mano.
El gobierno Negrín, que había sustituido al de Largo
Caballero -el polémico Plan Extremadura de Largo
Caballero se enmarca también en la finalidad de impedir
la pérdida del Cantábrico- intentó igualmente aliviar
esta presión con otras ofensivas, que fueron
desbaratadas sucesivamente. Destacan entre éstas la
emprendida por el general Walter con la 14 Brigada
Internacional sobre La Granja de San Ildefonso -la
recogida en el final de la novela de Hemingway, Por
quién doblan las campanas-; la de Huesca, del general
republicano Pozas, en la que fallece el general Lukacs;
la sangrienta batalla de Brunete, con la que se
pretendió, en vano, aliviar el cerco de Madrid;
finalmente, la ofensiva de Aragón, a lo largo de los
meses de agosto-octubre de 1937, con su centro en la
batalla de Belchite. Este fracaso también aclaró hasta
qué punto el éxito económico de Franco pasaba a ser
notable.
Esta situación, además, consolidaba políticamente al
Gobierno de Burgos, apoyado, como ha demostrado
Malefakis, en un ejército en buena medida campesino, en
gran parte mentalizado contra la República, a causa de
los innumerables errores que ésta había cometido en su
política agraria, aparte de las consecuencias de un
anticlericalismo que, como atinó a ver Cánovas del
Castillo cuando presenció el alzamiento carlista contra
la I República, tuvo una dura réplica en muchas
regiones rurales españolas. Por eso no existió la menor
actividad guerrillera en las regiones campesinas. Sólo
en Asturias, permaneció combatiente algún minúsculo
grupo guerrillero.
La economía de la zona republicana presentaba una
potente zona industrial, sobre todo en Barcelona, así
como una agricultura de exportación de bastante
importancia. Aquí es donde vemos de qué manera la
acción de la marina de guerra nacional liquidó buena
parte de las posibilidades de que esta agricultura
sirviese para financiar adquisiciones exteriores. La
región industrial de Cataluña tenía, además, el
respaldo de una larga extensión fronteriza con Francia,
desde el Pirineo de Huesca hasta Port Bou.
Tras el interregno provocado por la dura e invernal
batalla de Teruel -se inició el 15 de diciembre de 1937
y concluyó el 20 de febrero de 1938, cuando el general
republicano Hernández Sanabria ordenó la retirada ante
el movimiento envolvente de Yagüe y Aranda-, Franco
comenzó una importantísima ofensiva en relación con la
industria catalana. Con un despliegue por el flanco
pirenaico estudiado por el propio Franco durante su
estancia como director de la Academia General Militar de
Zaragoza, el 7 de marzo de 1938 el Ejército Nacional
rompió el frente de Aragón, y el 29 de julio había
logrado tres objetivos. El más importante, aparentemente
fue el dividir en dos -Cataluña y la zona
Levante-Centro- la zona republicana. Con ello, su
eficacia económica se desplomaba. El segundo objetivo
fue dominar la huerta costera que se extiende desde la
desembocadura del Ebro hasta Nules. Asi empeoraron,
aunque no de modo decisivo, las posibilidades
exportadoras de la España republicana. Pero el tercer
objetivo logrado era tan importante, o más, que el
primero. Se consiguió como resultado de la ofensiva de
Lérida. Mientras se desplomaba la resistencia del
Ejército popular en Cataluña, y Francia estudiaba el
envío de un cuerpo motorizado que frenase esta ofensiva,
Franco se limitó a ocupar el 8 de abril de 1938
Balaguer, Tremp y Camarasa. Para mi, como economista, fue
una decisión genial. Sin embargo, el no continuar la
ofensiva, ha sido calificado con dureza. Hugh Thomas
dice: «Probablemente, fue un error estratégico».
No hubo nada de eso. Veamos algunas cifras, porque con la
base de los datos del profesor Bricall es posible
estudiar la evolución del índice de producción
industrial de Cataluña, con la base junio de 1936=100.
El cuadro 3 muestra cómo se comporta este índice desde
junio de 1936 a septiembre de 1938. Al contemplarlo queda
claro que el mes de abril de 1938 significó la ruina de
la economía industrial catalana, al perder el
abastecimiento eléctrico por la citada ocupación de los
embalses pirenaicos de la región de Balaguer, Tremp y
Camarasa. No había necesidad de ocupar Cataluña y
quizá provocar entonces una reacción francesa, para
hacerle perder toda su importancia. Sin el Norte, con un
Madrid prácticamente cercado y, por ello, liquidado
fabrilmente, y con estos índices catalanes, el enemigo,
en lo industrial, había dejado de existir para Franco.
Producción industrial de Cataluña según Bricall
Meses
|
1936
|
1937
|
1938
|
Enero
|
-
|
71
|
61
|
Febrero
|
-
|
59
|
61 |
Marzo
|
-
|
67
|
61
|
Abril
|
-
|
70
|
42
|
Mayo
|
-
|
66
|
31
|
Junio
|
100
|
69
|
33
|
Julio
|
84
|
72
|
38
|
Agosto
|
65
|
69
|
32
|
Septiembre
|
74
|
67
|
34
|
Octubre
|
70
|
61
|
-
|
Noviembre
|
64
|
54
|
-
|
Diciembre
|
70
|
59
|
-
|
Cuadro 3
Sólo dos activos quedaban intactos para,
a pesar de lo dicho, poder aún desarrollar en la zona
republicana una cierta actividad de tipo económico que
hiciese posible tener alguna esperanza: las minas de
Almadén y la huerta de Valencia-Murcia. Como en ésta se
encontraban unos hornos altos en Sagunto, a más de la
importancia del puerto de Valencia -el último
significativo, en lo económico, en manos de la
República-, fue lógico que Franco escogiese para su
siguiente ofensiva, precisamente a Valencia. Del 13 al 23
de julio de 1938 se desarrolla ésta precisamente en
búsqueda de la huerta. El que la ofensiva del Ejército
nacional quedase detenida en la llamada Línea XYZ, a las
puertas de Valencia, pertenece a la historia militar.
Pero había sido una decisión muy correcta en lo
económico.
Para aliviar la presión, la noche del 24 al 25 de julio
comenzó la batalla del Ebro. Efectivamente, se detuvo el
avance sobre Valencia, pero cuando se concluyó el
combate en torno al citado río, el 16 de noviembre de
1938, el Ejército republicano de maniobra había quedado
liquidado. La ocupación total de Cataluña fue un
corolario inmediato. Cuando, el 10 de febrero de 1939,
Moscardó pasa a controlar toda la frontera francesa,
resultó nítido para todos que eliminar lo que quedaba
de zona republicana iba a ser cuestión de muy poco
tiempo.
Finalmente, Franco tiene la responsabilidad de haber
mantenido, al contrario que la España republicana, un
bastante alto grado de ortodoxia financiera. Tuvo un
colaborador impagable en Larraz. También recibió ayuda,
en todos los sentidos, del mundo financiero español y
del internacional. Las Memorias de Félix Gordón Ordás
son muy claras en este último sentido.
Presupuestariamente acentuó, dentro de un planteamiento
muy clásico, la presión impositiva sobre el consumo,
restringió muchísimo el gasto público no bélico y
aumentó la carga de la deuda, pero consiguiendo dilatar
el pago de los intereses. En la lucha entre la peseta
nacional y la peseta republicana, resulta clarísimo el
triunfo de la primera9. Simultáneamente mantuvo, como
una organización muy conservadora, a toda la estructura
bancaria privada tradicional española
encuadrada en el llamado Comité Central de la Banca
Española- y, desde luego se pusieron en marcha
instrumentos de normalización crediticia y de lucha
contra la inflación, que se logró fuese bastante
moderada. Todo esto culminó con la Ley de Desbloqueo que
unificó el sistema monetario y crediticio español en
1939, momento en el que se pagó la eliminación de una
crisis financiera con un fuerte repunte inflacionista.
Sintetizo: un economista no parece que hubiera podido
aconsejar otra cosa diferente. Repásese, por ejemplo, el
How to pay for the war? De Keynes.
Angel Ganivet, en el Idearium español, señala que la
gran equivocación de considerar que no dependemos del
exterior se debe a que los españoles «nos hemos creído
que somos insulares, -esto es, inmunes a las influencias
foráneas- y quizás este error explique muchas
anomalías de nuestra historia», porque precisamente
esto nos hizo depender económicamente muchísimo de lo
que sucedía allende las fronteras.
Franco maniobró muy bien, aparte de eliminar cualquier
veleidad utopista que le malquistase con el poderoso
mundo financiero internacional. Desde el punto de vista
de la economía no pensó que fuésemos «insulares»,
sino muy enlazados con el resto de las economías. Como,
además, acertó a recomponer una economía industrial
propia y a destruir la del enemigo, era casi imposible
que no ganase la guerra civil.
Juan Velarde Fuertes
1 Véase en la pág. 407 del tomo 11
del libro coordinado por mi, 1900-2000. Historia de un
esfuerzo colectivo. Cómo España superó el pesimismo y
la pobreza, Fundación BSCH. Planeta, Madrid, 2000.
2 Véase en Angus Maddison, La economía mundial
1820-1992. Análisis v estadísticas. Centro de
Desarrollo. Organización para la Cooperación y
Desarrollo Económicos, París, 1997, pág. 271 274.
3 Véase su artículo Algunos rasgos
característicos de la economía española, aparecido en
el «Bulletin de la Societé Belge dEtudes et
dExpansion», diciembre 1931.
4 Labor, Barcelona.
5 Las circunstancias y un amplio empleo de los datos
que ofrece, los expuse en Nacimiento. vida y muerte de la
peseta. La historia desde un sueño a otro (1868-2002),
intervención con motivo de mi doctorado honoris
causa, editada por la Universidad de Valladolid,
Valladolid, 20 octubre 2000.
6 Véase Tamames, R.: Estructura económica de
España, Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid,
1960, pág. 429; también Carlos de Inza y Tudanca,
capítulo Transportes, en Estudios sobre la unidad
económica de Europa, tomo viii, Madrid, 1959, pág. 759.
7 Cfs. Vicealmirante (H, G) Fernando Moreno de
Alborán y de Reyna y Vicealmirante (A, G) Salvador
Moreno de Alborán y de Reyna, La guerra silenciosa v
silenciada. Historia de la campaña naval durante la
guerra de 1936-39. El relato riguroso y exhaustivo de la
campaña naval durante la guerra de España de 1936 a
1939 basado en las memorias completas del almirante D.
Francisco Moreno y Fernández marqués de Alborán. en
documentos oficiales de ambos bandos contendientes y en
testimonios v declaraciones a menudo apasionantes y
en su mayor parte inéditas de sus más destacados
protagonistas, Gráficas Lormo, Madrid, 1998, en cuatro
volúmenes, el IV dividido en dos tomos.
8 Hasta ahora, la parte fundamental, de complemento
de la colosal aportación de los vicealmirantes Moreno de
Alborán, está constituida por Juan Cervera Valderrama,
Memorias de guerra, Editora Nacional, Madrid, 1968;
Ricardo Cerezo, Armada española. Siglo XX, Ediciones
Poniente, Madrid, 1983; Rafael González Echegaray, La
marina mercante v el tráfico marítimo en la guerra
civil española, Editorial San Martín, Madrid, 1977;
Alcofar Nasaes, La marina italiana en la guerra de
España, Editorial Euros, Barcelona, 1979; Peter Gretton,
El factor olvidado, Editorial San Martín, Madrid, 1984;
Michael Alpert, La guerra civil española en el mar,
Siglo XXI de España, Madrid, 1987 y Franco Bargoni, La
Participación naval italiana en la guerra civil
española, Ministerio de Defensa. Secretaría Técnica,
Madrid, 1994.
9 Sobre esto véase SÁnchez AsiaÍn, J. A.:
Economía v finanzas en la guerra civil española
(1936-1939), Real Academia de la Historia, Madrid, 1999.
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