LIBROS: El
negocio de la libertad
Cacho,
Jesús: El negocio de la libertad, ed. Foca, Madrid, 656
págs.
Cacho es autor de cinco libros de investigación sobre la
política de la II Restauración, entre los que destaca
el anterior sobre Mario Conde a quien definió como el
«banquero del Rey» (vid. recensiones en «Razón
Española» vol. XII, pág. 372; vol XIII, pág 255; y
vol. XXII, pág. 329). Estas incursiones y, sobre todo la
última, en los sótanos, reservados y alcantarillas de
nuestra política le han acreditado como un periodista
con coraje, tanto que en las grandes editoriales no se
han atrevido a publicar esta reciente obra. El grueso
tomo aborda temas contemporáneos posteriores al 1996,
pero muy varios por lo que acaso habría sido razonable y
rentable dividirlo en volúmenes menores, más
homogéneos y de más fácil lectura. Resumiremos, por
partes, las principales opiniones y revelaciones del
autor.
1. Las hipotecas originarias de Aznar. Un joven, apenas
conocido, llegó a la presidencia del Gobierno sin
compromisos ni con la corrupción anterior, ni con la
descomposición de la unidad nacional, ni con el
envilecimiento de las instituciones; llegó, pues, con la
posibilidad de regenerar la política y el Estado. Pero
voluntariamente contrajo dos graves hipotecas. La primera
con el nacionalismo catalán, lo que ha impedido frenar
la desintegración de la unidad de España. La segunda
hipoteca fue con el felipismo, al aceptar la indicación
real de integrar en el Gobierno al ex socialista E. Serra
para garantizar el secreto de los papeles del Cesid y la
inmunidad de Felipe González y otros en el proceso del
Gal. Estas dos radicales limitaciones iniciales, explican
los fracasos de Aznar: concesiones a los nacionalismos,
silencio sobre la corrupción en la cumbre, podredumbre
de la Justicia, y anemia moral de los medios de
comunicación de masas. Estos y otros agujeros negros han
tratado de ser compensados con la evitación de la
quiebra del Estado y de la Seguridad Social, y con el
ingreso en la Unión Monetaria; pero unos y otros son
entes incomparables.
2. La batalla mediática. El autor revela las sucesivas
maniobras de Jesús Polanco para configurar su gran poder
en los medios de comunicación y, a través de ellos, en
el Gobierno. Los primeros millones los ganó hacia 1970
con libros de texto, gracias al apoyo del subsecretario
R. Díez Hochleitner («Jolines» para todo el mundo) a
quien Polanco recompensó luego generosamente. Darío
Valcárcel cuenta los sórdidos detalles de la ocupación
del diario «El País» desplazando a los fundadores, y
tergiversando la orientación del periódico, gracias a
la colaboración de José Ortega, luego marginado. Y, a
partir de ahí, Polanco adquiere cadenas de emisoras como
la SER, más periódicos, librerías, cines, en suma, un
imperio mediático. Los últimos asaltos a la televisión
con Canal Plus, los logra gracias a decisiones del
gobierno felipista. Polanco pone al servicio del Psoe su
gigante mediático y se crea una especie híbrida que el
autor denomina los «felipancos». Ese matrimonio de
intereses se ha mantenido durante el Gobierno de Aznar,
que ha sido objeto de permanente y a veces, injurioso
hostigamiento.
La caída del Gobierno felipista, que era el de Polanco,
significó para el empresario el fin de su privilegiado
monopolio mediático. El autor narra con detalle la
batalla por Antena 3 que, finalmente, adquirió
Telefónica en detrimento de Polanco. Otra batalla fue la
televisión de pago que monopolizaba el polanquista Canal
Plus, con sus sórdidas series de zoológica pornografía
dura. Le salió un competidor, Canal Digital, ambos en
pérdidas. Polanco conserva una superioridad mediática;
pero ya no está solo. Los editorialistas de «El
País», que el autor llama «lacayos» de Polanco,
reaccionaron encarnizadamente contra los hombres de
Aznar: M.A. Rodríguez, al que lograron desbancar, F.
Alvarez Cascos, al que lograron degradar posicionalmente
en el PP, J. Vilallonga por el que fueron derrotados, y
J. Piqué que logró salir vivo del bombardeo.
El balance de la guerra mediática es que Polanco ha
perdido el monopolio y se enfrenta a serias pérdidas en
televisión. Como dice el autor, se está ganando en
libertad.
3. El papel del Rey. Este capítulo, que es el IX, es uno
de los más reveladores puesto que aborda temas tabú,
que los medios silencian por temor o por complicidad.
Algunos, los eróticos, son curiosos aunque no sean
ejemplares. Pero hay asuntos de más envergadura. Uno de
ellos son las cartas del rey a jefes de Estado, como el
Sha de Persia, pidiendo donativos multimillonarios en
dólares. Hay el préstamo sin intereses por los
kuwaitíes de cien millones de dólares, reclamados y
aún no devueltos. Hay las gestiones del embajador
extraordinario M. Prado, «una especie de Rasputin» (p.
404), ante empresas y gobiernos a quien De la Rosa afirma
haber entregado 30.000 millones de pesetas, que Prado
cree justificar como honorarios por asesoramiento. Cuando
estos asuntos llegaron a los Tribunales hubo una
tentativa de abdicación del rey, apoyada por la Reina,
alto personal de La Zarzuela y algún periodista
intrigante. Escribe Cacho: «El Rey no ha tenido suerte a
la hora de elegir sus amigos, Prado, Conde, De la Rosa,
Sitges, Choukotua, Polanco, Mendoza». Según el autor,
el Rey mantiene con Prado «una especie de pacto de
sangre», que es el único compromiso regio que continúa
firme a pesar de todos los pesares. hay el problema de si
González contaba con el respaldo real para la operación
Gal, como se ha insinuado, lo que explicaría la
intocabilidad de González, supuesto «Mister X» de la
operación. Hay la cuestión del 23 F y la nota inédita
y manuscrita del Rey al oficial golpista R. Pardo
Zancada, autor del importante libro La pieza que falta
(recensión en «Razón Española», vol. XXX, pág.
111). Hay el yate real, verdadera maravilla náutica de
40 metros, que costará más de 7.000 millones cuya
financiación es muy imprecisa. Hay la maniobra conjunta
de Conde y Polanco para sustituir a S. Fernández Campo
en La Zarzuela por personas adictas. Hay, en suma, «la
entente cordiale entre el monarca y González»,
«hermanos condendos a entenderse, defenderse y, en el
peor de los casos, a morir matando» (p. 385). Una
extensión del duo es el «modelo piramidal Juan Carlos
I, Felipe y Polanco» (p. 383). El autor reprocha a Aznar
no haber impuesto transparencia en La Zarzuela.
La monarquía, restaurada por Franco, se ha
autofragilizado velozmente.
4. Anecdotario picaresco. La obra está trufada de
páginas coloristas y malolientes como el video
pornográfico de Exuperancia y Pedro J. Ramírez,
director de «El Mundo»; como los retratos de la cúpula
felipista; como los bocetos de los periodistas
«lacayos» al manso servicio del amo Polanco; como el
procesado que procesa a su procesador, el juez Liaño;
como los pringados con comisiones, fraudes y estafas,
profesionales de las cloacas políticas. En fin, un
desfile de miserias, avaricias e hipocresías, sin
precedente en el Estado español.
5. Aznar. Este libro, aunque aznarófilo, no es un
alegato incondicional. El autor enumera, con razón y sin
saña, los fracasos del gobernante en la liberalización
de los medios de comunicación, en la erradicación de la
corrupción política, en el encauzameinto de los
nacionalismos, en la lucha contra el terrorismo, en el
control del Cesid y, sobre todo, en la dignificación de
la Justicia, que «está podrida» (p. 621). Estas
importantes reservas, a las que se podría añadir alguna
más, como indiferencia ante la despoblación de España,
como la freudiana apostasía de la era de Franco o como
el serio deterioro de la Hispanidad por el caso Pinochet,
impiden calificar este libro como aznarista.
Una modesta pluma se enfrenta aquí con un imperio
mediático, y rompe tabúes que parecían intangibles. Se
comprende la temerosa retirada de los grandes editores.
Se comprende la curiosidad del público (50.000
ejemplares en un mes). Se comprende la cólera de los
«felipancos». Se comprende que un mal sistema haya
traído tanta basura. Lo que no se comprende es que a
Aznar, pese a las hipotecas, no le haya bastado una
legislatura para, además de superar la heredada quiebra
económica, avanzar sensiblemente en la regeneración de
un Estado, envilecido por dos décadas de indecencia. La
extensa y poderosa trama de inconfesables intereses
creados se resiste, desde el mismo vértice, a la
depuración.
A. Maestro
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